LA MOVILIDAD UN DERECHO DE TODAS LAS PERSONAS.

Diariamente más de 6000 gaditanas y gaditanos sufren las innumerables barreras arquitectónicas en la vía púbica de sus municipios de residencia.

APROPADIS 2.0 y FEGADI COCEMFE miembros recuerdan a las administraciones públicas el derecho a la movilidad de las personas.

Esta acción se encuadra dentro de la Campaña provincial #conlaAccesibilidadporBandera

APROPADIS 2.0 y FEGADI COCEMFE continúan dinamizando su campaña Con la accesibilidad por bandera, mediante la cual se pretende visibilizar diferentes ámbitos y contexto en los que la falta de espacios que cumplan con las normas de accesibilidad dificultan la participación del colectivo de personas con discapacidad física y orgánica, al que representan.

Cuando pensamos en accesibilidad, inevitablemente la imagen que se nos viene a la mente es una silla de ruedas y una rampa, que puede ser perfectamente transitable a pie, pero difícilmente utilizable por una persona con movilidad reducida o directamente un obstáculo insalvable que nos impida entrar al edificio al que queremos acceder.

Se nos olvida que antes de enfrentarnos a una rampa, como si se tratase de la escena final de una película de acción o la última pantalla de un videojuego, una persona con movilidad reducida ha tenido que dejar atrás todo un reguero de obstáculos, multitud de escenas intermedias, a veces trepidantes, otras directamente indignantes, que han convertido un simple paseo o el trayecto hasta su lugar del trabajo en una auténtica aventura.

Imaginémonos sentados en nuestra silla de ruedas o pertrechados de nuestra inseparable muleta, o bastón, o andador según nuestro equilibrio o nuestros gustos estéticos. Tenemos suerte de haber conseguido que nuestros amables vecinos se hayan dignado a cumplir la ley convirtiendo en accesible la salida de nuestro bloque. Magnífica iniciativa pero, ¿buena construcción? Generalmente no, ya que esta rampa viene a acabar en un escalón o un socavón que acumula todas las lluvias: la de anoche, la de anteayer y la de hace dos inviernos.

Primera prueba difícil de salvar, pero que no enturbia nuestro ánimo, menos mientras enfilamos la calle entre el olor de los bonitos maceteros que la adornan. Bonitos y grandes y anchos. No podemos pasar por la izquierda, tampoco por la derecha. Damos media vuelta y toca cruzar la carretera.

Al menos nos gustaría cruzarla. Sólo bajar del bordillo requiere ser un genio de la escalada, así que no queda otra que cruzar la carretera, por el paso de peatones. No por el más cercano: a ese no podemos acceder y siempre hay un coche aparcado “un minuto” para sacar dinero del cajero que está al lado. Buscamos entonces un semáforo de los que debemos accionar con botón.

El botón está alto, muy alto para nuestra posición. Nos revolvemos, nos estiramos, nos erguimos de tronco arriba como nunca … por cierto, se nos acaba de manchar la camisa con los restos de aquel charco acumulado que nos trajimos pegado a las ruedas de nuestra silla desde la puerta de casa. Menos mal que una amable señora pulsa el botón del semáforo. Bueno, lo pulsa para ella y ya nosotros aprovechamos. Esperando el verde como un coche de Fórmula 1.

En nuestra cabeza, se nos representan los rugidos de los motores de carreras. Pero cuidado con el paso de peatones: está elevado, es resbaladizo -recordemos las recientes lluvias- y entre éste y la acera  hay el espacio justo para que la rueda delantera de nuestra silla se quede encallada. Decidimos seguir el paso de peatones, pero en paralelo, por fuera, con el consiguiente riesgo para nuestra  integridad.

Se pone en verde y tenemos 10 segundos … ¡10 segundos para cruzar!. Los 100 metros lisos son un paseo al lado de nuestra galopada. Lo de galopada es un decir, ya que vamos en silla de ruedas, pero nunca hemos avanzado tan rápido. Nos duelen los brazos, sudamos y al final de los 10 segundos aún nos quedan unos metros, con lo que seguimos en mitad de la calle, los coches hacen sonar sus cláxones y nuestro nerviosismo aumenta.

Por fin alcanzamos la meta. ¡Es un logro! ¡Es una hazaña! ¡Hemos cruzado un paso de peatones!. No contábamos con que al otro lado se yergue la misma acera elevada, junto al mismo paso de peatones elevado y el consiguiente hueco donde encalla la rueda delantera.

Volvemos a desandar el recorrido siguiendo a través de la calzada hasta un punto donde “por suerte” la acera está rota y podemos subir.

Llegamos al trabajo, donde al fin enfilamos esa rampa que tuvimos que rogar, casi suplicar a nuestro jefe que pusiera para acceder al edificio donde trabajamos. Última prueba: subir esa rampa mucho más empinada que algunos puertos del Tour de Francia. La consecuencia de una obra mal diseñada y mal ejecutada, siempre la pagan los mismos: quienes la usan. Todo para que nuestro jefe se ahorre los pocos eurillos que cuesta una rampa bien hecha y homologada.

Al final de esa rampa infame nos espera con expresión de reprobación nuestro jefe, el mismo que no ha querido homologar la rampa por avaro. Todavía se pregunta si esto de la inclusión laboral merece la pena. Rápidamente recuerda que nunca ha tenido unas cuentas mejores que las que cerramos año a año desde que nos contrató. Lo que su perspicacia no alcanza a comprender aún es por qué siempre llegamos 5 minutos tarde a la oficina.

Este relato casi cómico refleja la indignante situación a la que se enfrentan día a día las personas con discapacidad y/o movilidad reducida en sus recorridos por la ciudad. En él se reflejan sólo unos pocos de los obstáculos a los que nuestro colectivo ha de hacer frente y que vulneran frontalmente todas las normativas sobre accesibilidad universal y diseño urbanístico.

Desde APROPADIS 2.0 y FEGADI COCEMFE exigimos a la Administración y a todos los actores sociales implicados que apliquen sin excusas ni demoras la normativa sobre accesibilidad universal y diseño para todos, llamando hoy la atención sobre el espacio urbano. Mientras tanto el movimiento asociativo seguirá reclamando sus derechos y denunciando como siempre toda vulneración o merma en esta materia:

#CONLAACCESIBILIDADPORBANDERA

 

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